Blonde on Blonde – Bob Dylan (1966)

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Valoración: 10/10

Mejor canción: Just Like a Woman

Track list: «Rainy Day Women #12 & #35”, “Pledging My Time”, «Visions of Johanna»“One of Us Must Know (Sooner or Later)”, “I Want You”, “Leopard Pill-Box Hat”, “Just Like a Woman”, “Most Likely You Go Your Way (And I’ll Go Mine)”, “Temporary Like Achilles”, “Absolutely Sweet Marie”, “Fourth Time Around”, “Obviously Five Believers”, “Sad-Eye Lady of the Lowlands”.

Si hay una época realmente especial en la carrera de Bob Dylan es sin ningún tipo de dudas el período entre 1964 y 1966. En estos años sufrió la transformación musical más importante (de las muchas que ha tenido) y grabó los discos más redondos de su carrera. Uno tras otro. La genialidad estuvo presente antes y lo ha estado después, pero nunca tan concentrada y desenfrenada al mismo tiempo.

El giro hacia el sonido eléctrico, el rock con un marcado sonido de blues en algunos temas, llego a su culmen en Highway 61 Revisited y en Blonde on Blonde evoluciona hacia un sonido más suave y maduro sin abandonar lo alcanzado en los dos álbumes anteriores. La sustitución de Mike Bloomfield (que tenía varios compromisos en aquella época) por Robbie Robertson no solo cambiaría el carácter del disco, sino que comenzaría las relaciones tan fructíferas entre Dylan y el futuro “líder” de The Band.

Grabado en Nashville, lugar donde se detiene el tiempo en los estudios de grabación, éste disco (uno de los primeros discos dobles importantes en la historia del rock) supone el final de una era en el cantante norteamericano, que nunca volvería a hacer un álbum de similares características. Posteriormente Dylan afirmó que el sonido que más se había acercado jamás a lo que suena en su cabeza fue en Blonde on Blonde. El éxito de crítica y su influencia en posteriores músicos y generaciones se manifestaron de forma abrumadora.

Blonde on Blonde – Bob Dylan (1966)

Podemos decir que los álbumes de ésta etapa de Dylan comienzan siempre con una declaración de intenciones. “Subterranean Homesick Blues” arrancaba con las vertiginosas y poéticas letras de Bringing It All Back Home. “Like a Rolling Stone” tenía el espíritu de rabia y ese sonido tan afilado que destila Highway 61 Revisited. En esta ocasión, “Rainy Day Women #12 & 35”, representa perfectamente el carácter desenfadado (por lo general) del disco, muy upbeat. El tema, con toques hasta circenses, que ha sido muchas veces considerado como una apología del consumo de drogas (y más con toda la mística que envuelve este periodo, en especial la reciente gira de Dylan por Reino Unido), aporta la parte surrealista que veremos muy repetida en éste disco, donde podemos ver la imaginación lírica de Bob totalmente desatada.

“Pledging My Time” es el segundo golpe del álbum, un blues con un tempo pausado pero que como por arte de magia (básicamente la genial parte que Dylan ofrece con su armónica) parece mucho más acelerado y es muy característico en cuanto a lo que nos encontraremos a nivel del sonido de la banda que toca en el doble LP. Mucho más clásica es la estructura de “Visions of Johanna”, versos interminables, llenos de poética que convierten a este tema en uno de los más enigmáticos del álbum. Su título no podría estar mejor elegido, pues “visiones” con aparentemente poca relación es lo que se nos relata a cada estrofa, más madera para los empeñados en descifrar los mensajes ocultos en las letras del artista. Para los muy fans, aquí podemos empezar a ver ese color de voz tan característico de Dylan en esta grabación.

“One of Us Must Know (Sooner or Later)” sigue en la misma brillante línea, aunque de forma un poco más modesta, pero es un tema con bastante fuerza en sus partes altas. Tras él llega “I Want You”, que cuenta con una guitarra que repite siempre el mismo y un ritmo un tanto peculiar de batería que llevan en volandas ésta declaración sincera de intenciones que cuenta como casi todos los temas del disco con una composición lírica bastante destacable.

Pero a nivel de letra, o poesía, probablemente “Stuck Inside of Mobile With the Memphis Blues Again”, sea probablemente uno de los puntos álgidos de la carrera de Dylan. Siete minutos de pequeñas historias, surrealistas y narradas con esa voz con toques de desgana tan propios de él. Y para surrealismo, el que baña el blues sátiro “Leopard-Skin-Pill-Box-Hat”, que deja paso a uno de los temas centrales del disco: “Just Like a Woman”.

Mucha especulación ha habido siempre con el posible contenido misógino del tema, de su inspiración en la relación que Dylan mantuvo con Joan Baez en años previos. Lo cierto es que el tema no deja en muy buen lugar a su “protagonista” pero es una de las canciones más celebradas en la discografía del autor. Una melodía sinuosa y un fraseo muy particular son sus principales armas de seducción al oyente. Es un clásico desde el primer momento que entra por el oído de uno.

“Most Likely You Go Your Way (And I’ll Go Mine)”, sigue con esta tendencia “destructiva” del tema anterior y con un tono que a veces parece de burla. Es un tema que por estructura rítmica sigue en la línea del resto del disco, con ese tan característico sonido de la batería, que prácticamente parece un galope sobre el cual cabalga paso a paso la canción. “Temporary Like Achilles” y “Absolutely Sweet Marie”, bajan un poco el nivel de excelencia que durante un rato había emprendido la sucesión de temas, pero mantienen la peculiaridad y esencia de todo el álbum.

Un álbum que se prepara para cerrar de forma poderosa con tres canciones muy destacables: “Fourth Time Around” es un tema hipnótico, en el que todo es minimalista y perfecto. Un pequeño riff de guitarra repetido hasta la saciedad, Prácticamente dos acordes intercambiándose en la mayor parte de la canción y un viaje lírico y poco cuerdo por una suerte de romance muy ‘dylanesco’.

“Obviously 5 Believers” aparece como de la nada, y pega fuerte. Un blues muy recurrente y cargado de pequeños detalles, la banda se esfuerza al máximo en entregar el sonido buscado por Dylan, y en gran parte lo consigue. Quizás no figure entre los temas habitualmente más destacados del disco, debido seguramente a que estructural y líricamente es mucho más sencillo que ellos, pero como ya hemos visto, la sencillez vuelve a ser la clave de su éxito.

“Sad-Eyed Lady of the Lowlands”, es el impresionante final para éste viaje tan extraño y a la vez espectacular. Prácticamente 12 minutos de una oda, versos de admiración y palabras cargadas de idolatría hacia la figura femenina, encarnada con casi total seguridad por su futura esposa, Sara Dylan, que tanto juego daría en futuros álbumes. Una mujer un tanto afortunada, fuente de inspiración de una de las declaraciones más potentes jamás escritas, cerrando uno de los discos claves en la historia del rock.

Highway 61 Revisited – Bob Dylan (1965)

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Valoración: 10/10

Mejor canción: Desolation Row

Track list: «Like a Rolling Stone»“Tombstone Blues”“It Takes a Lot To Laugh, It Takes a Train To Cry”, «From a Buick 6», «Ballad Of a Thin Man”, “Queen Jane Approximately”, «Highway 61 Revisited»,  «Just Like Tom Thumb’s Blues»,«Desolation Row».

‘Bringing It All Back Home’ fue un avance muy rompedor respecto a los anteriores álbumes de Bob Dylan. ‘Highway 61 Revisited’ es más una perfección de lo mostrado anteriormente, una continuación del frenesí lírico del cantautor americano combinado con un mayor peso del sónido rock-blues eléctrico que tanto dió que hablar en su época.

Para este disco, Dylan contó con la ayuda del guitarrista Mike Bloomfield, al cual conoció en varias jam sessions en Chicago y al que quiso reclutar para la grabación del disco. También Al Kooper se incorporó al conjunto en unas sesiones míticas que contaron con la interrupción pasajera del festival de Newport en 1965 (aquel en el que fueron abucheados y demás) para después retomar la grabación de lo que sería para muchos el mejor disco de estudio de Robert Zimmerman.

En cuanto a repercusión fuera de lo musical, el álbum contó prácticamente con la misma recepción que su precedesor (el cual fue lanzado sólo 5 meses antes, una barbaridad para los tiempos que corren). La supuesta “traición” al folk y a la canción protesta seguía siendo usada como arma arrojadiza por muchos, y lo continuaría siendo en la histórica gira por Reino Unido de Dylan y su banda, con actuaciones prácticamente diarias y las típicas leyendas acerca del LSD y demás drogas.

Highway 61 Revisited – Bob Dylan (1965)

Los 10 primeros segundos de éste álbum hablan más del mismo que lo que pueda decir cualquier crítica, reseña o comentario. Riff histórico de órgano, con una historia tremendamente curiosa: en plena grabación de “Like a Rolling Stone”, Bob Dylan quería un sonido profundo más cercano al gospel y más concretamente encarnado en la figura de un órgano. Al Kooper, que prácticamente miraba el ensayo (y siendo guitarrista), se puso a tocar encima de la banda, y lo que surgió fue tan del agrado del propio Dylan y del público en general, que ese inicio a cargo del órgano es de los más famosos de la historia del rock.

El disco comienza pues sin mucho misterio, con “Like a Rolling Stone” impactando de primeras al oyente, y uso la palabra impacto porque es lo menos que se podría decir de esta canción (escrita originalmente como un texto sin forma de 20 páginas), todo un arrebato de rabia encarnado en la figura de una mujer que lo ha perdido todo, de 6 minutos de duración. Probablemente estemos ante el tema más característico del autor.

Si el primer tema entraba de forma directa por el oído, la cosa continúa igual con “Tombstone Blues” y “It Takes a Lot to Laugh, It Takes A Traint to Cry”, dos clásicos instantáneos que muestran el nivel de los músicos presentes en la grabación del álbum y que Dylan continúa en forma en cuanto a las letras de sus canciones se refiere.

Y para los que querían una canción protesta…tendrán que conformarse con “Ballad of a Thin Man”, pero no es para nada como podrían esperar. Inspirado en la agobiante prensa de los años 60, este tema ataca directamente hacia “Mister Jones”, la encarnación de todos los males del mundo editorial. Cada persona lo encontrará a un nivel diferente, pero el ataque de Dylan es realmente brillante. A nivel musical la canción está o parece muy inspirada en “I Belive To My Soul” de Ray Charles. Esto no deja de ser una práctica bastante habitual en la carrera de Bob, por lo que no tiene mayor importancia.

Poco hay que añadir acerca de temas como “Queen Jane Approximately” o “Highway 61 Revisited“. Canciones de mucha calidad que sin duda merecen ser escuchadas una y otra vez, como el disco en su conjunto. Pero el plato fuerte queda reservado para el final, con sus dos titánicas canciones. “Just Like Tom Thumb’s Blues”, una composición simple y sumamente brillante, un pasaje de alguna historia ubicada en la cabeza de Bob Dylan, lleno de referencias literarias y que cala muy hondo. Indispensable. De hecho sería el tema más destacable del disco si no fuera por el que le precede, que merece un párrafo aparte.

Supongo que es irónico que en el disco considerado como una traición al mundo del folk y paradigma del rock eléctrico de primeros años de los 60, lleno de temas “aberrantes” para según qué iluminados, reserva su final para la que probablemente sea la mejor canción folk escrita jamás. Cuestión de gustos, como siempre. “Desolation Row” relata durante once cortos minutos pasajes de un mundo lleno de imágenes de desolación y evocaciones poéticas que si consiguen llegar al oyente, forman una de las mejores composiciones de Dylan. Todo un regalo.

Bringing It All Back Home – Bob Dylan – (1965)

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Valoración: 9/10

Mejor canción: Mr. Tambourine Man

Track list: «Subterranean Homesick Blues», «She Belongs to Me», «Maggie’s Farm», «Love Minus Zero/No Limit», «Outlaw Blues», «On the Road Again», «Bob Dylan’s 115th Dream», «Mr. Tambourine Man», «Gates of Eden», «It’s Alright, Ma (I’m Only Bleeding)», «It’s All Over Now Baby Blue».

Mucho ha pasado desde que dejamos a Freewheelin’ en el 63. Un artista normal hubiera dedicado un tiempo a evolucionar, pero Dylan no suele seguir una tendencia lógica ni normal, y en esto tampoco.

En 1964, Bob lanza ‘The Times Are A-Chaning’ y ‘Another Side of Bob Dylan’. Estos son discos que siguen la línea de sus trabajos anteriores, si bien el primero recopila canciones de corte más político-social y «protesta» (éste término tan manido e imagino que odiado por el propio autor), aunque con ciertas canciones destacables.

De hecho, ambos son discos muy destacables y recomendables, pero quizás en un proceso de iniciación en el artista no sean tan importantes. ‘Another Side (…)’ es superior, y empieza a mostrar ese «otro lado» de Dylan que acabaría siendo tan importante. «Chimes of Freedom» y «My Back Pages» son dos temas imprescindibles contenidos en ese album.

Y como iba diciendo, en 1965 protagoniza un hecho fundamental en su historia particular y si cabe en la historia del mundillo, al aplicar a su música un tinte mucho más eléctrico, abandonando parcialmente ese carácter folk que era su seña de identidad hasta el momento.

Este hecho, que hoy en día seguramente no ocuparía más que unas líneas en algún artículo de presentación del nuevo trabajo, supuso escenas tan variopintas como públicos abucheando a Dylan y llamándole ‘Judas’, desde Newport hasta el Reino Unido. En el propio Newport, festival de folk al que el músico acudía cada año, Bob Seeger forcejeó con algún mánager del artista blandiendo un hacha y tratando de cortar los cables de la actuación, debido al volumen inusual de Bob y su banda.

Bringing All Back Home – Bob Dylan – (1965)

«Play it fucking loud»

Esa era la consigna de Dylan a sus músicos antes de una de sus actuaciones en el Reino Unido. El chico cuya conciencia era la voz de una generación y hablaba desde los corazones de los jóvenes, simplemente se preocupaba de subirse al escenario y ofrecer un espectáculo atronador y que no dejara indiferente a nadie. Y ciertamente lo lograba. Para ello tenía a su disposición unos temas completamente rompedores con todo su sonido anterior. El disco contaba con dos partes: la eléctrica y la «acústica».

Si nos ceñimos al sonido de la primera parte, nos encontramos con canciones variopintas, en su mayoría pertenecientes al rock que Dylan nos ofrecería en los años 60. Los punteos de guitarra eléctrica y el teclado se convertirían en señas de identidad de temas clásicos como «Subterranean Homesick Blues» o «Maggie’s Farm».

El primero se acabaría convirtiendo en un clásico por el ritmo verbal de Dylan, considerado por algunos como una influencia para la posterior música Hip-Hop, lo cual no sería descartable, dado el interés por muchos afroamericanos por la música de este autor, además del videoclip de D.A. Pennebaker para la película «Don’t look back», ampliamente reconocido. Y el segundo tema, «Maggie’s Farm», fue considerado como una renuncia explícita a seguir en el mundo del folk, dado su contenido.

El ritmo duro de la parte eléctrica continúa en «Outlaw Blues», «On the Road Again» y «Bob Dylan’s 115th Dream», temas de rock & roll puro y que además cuentan, como casi todas las canciones del disco, con una letra más que destacable.

Porque hasta ahora hemos hablado del sonido que presenta el album, pero bien merecen un párrafo las letras por las que es globalmente alabado su autor. Desde letras sonoramente espectaculares (como la de «Subterranean (…)», que abre el disco), hasta el surrealismo puro como «Bob Dylan 115th Dream», que tan solo podría ser un sueño de Dylan.

Ésta última canción hace un pequeño giño a un tema de Elvis Presley, y como en éste, la canción comienza con Bob tocando solo con su acústica, al más puro estilo de sus álbumes anteriores, cuando la risa le impide continuar, acompañada de la del resto de presentes en el estudio, que empiezan de nuevo, ahora con toda la banda sonando con más frescura que nunca. Nada mejor para representar el cambio sufrido en la música del autor.

La primera parte también contiene «She belongs to me» y «Love Minus Zero/No Limit», temas de otro ritmo pero igualmente destacables.

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Hagamos un pequeño parón, porque los dos lados del disco son como la noche y el día. En la segunda parte podemos ver una mezcla demoledora. El sonido anterior de Dylan y su «nueva» capacidad como escritor. Se dice que pasaba noches enteras ante su máquina de escribir, acompañado por el tabaco y por el insomnio. Y como resultado, algunas de sus mejores letras jamás escritas. Pero hablemos mejor de canciones, porque tenemos ante nosotros una de las mejores que podemos encontrar, en mi humilde opinión.

«Mr. Tambourine Man» abre la segunda parte del disco, y la podría cerrar si quisiera, porque entre sus versos podemos hallar una obra maestra de la música moderna. Sobran las palabras.

«Gates of Eden» (cuyo trasfondo también se asocia con su abandono al mundo folk), «It’s Alright Ma (I’m Only Bleeding)» y «It’s All Over Now, Baby Blue» son también obras prodigiosas, más bien dignas de ser calificadas como poesía musical, por la profundidad de sus letras. El nivel alcanzado por algunos de los versos asombra a propios y extraños, a aquellos que le criticaban por haberse vendido a la figura del ‘rockstar y después encontraban el cénit del folk en el mismo disco, y a aquellos que 40 años después descubren su embrujo aún vigente.

The Freewheelin’ Bob Dylan – Bob Dylan – (1963)

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Valoración: 8/10

Mejor canción: Don’t think twice, it’s all right

Track list: «Blowin’ in the Wind», «Girl from the North Country», «Masters of War», «Down the Highway», «Bob Dylan’s Blues», «A Hard Rain’s A-Gonna Fall», «Don’t Think Twice, It’s All Right», «Bob Dylan’s Dream», «Oxford Town», «Talking World War III Blues», «Corrina, Corrina», «Honey, Just Allow Me One More Chance», «I Shall Be Free»

Para aquellos que comiencen a leer este blog en este punto, decirles, en primer lugar: felicidades por haber llegado aquí, en segundo, mi admiración por el que logre terminar alguno de estos artículos y se ponga con el siguiente, y en tercero: debéis estar al tanto de mi fascinación por la figura de Robert Allen Zimmerman, o Bob Dylan. No soy ni el primero ni el último, pero quizás si que soy uno de los pocos que analizará sus obras clave en un blog. No os asustéis, mi vago y disperso objetivo es dar un repaso a discos que me han marcado o me marcan, y que considero que merecen unas palabrejas. No os sintáis tan halagados, pues en gran parte hago este ejercicio de análisis para expresar ideas que de otra forma se irían con la siguiente cabezada. Bien, una vez introducido el blog, vamos por materia.

A nadie le escapa que Bob Dylan es probablemente «la figura» de la música contemporánea. Es el cantautor definitivo, el hombre que convirtió sus canciones en himnos de una generación, que la enrabietó y después abandonó para algo tan nímio como revolucionar el rock & roll y hacer año a año discos que deberían estar colgados en la pared de algún museo (si no lo están ya). Hasta aquí, el análisis que haría cualquier persona y que se ha hecho siempre, y que tanto molesta al propio Dylan.

El análisis real dejaría en evidencia a un hombre simple que en cada momento de su vida ha hecho la música que le apetecía hacer, la música que se llevaba en el ambiente en el que se encontraba, y que ha sabido tocar las teclas que casi nadie sabe, que son las que hacen mover a la gente, la hace emocionarse y la hace sentir con unos simples acordes de guitarra o unos bufidos a una armónica encabritada. Y ojo, todo esto hecho por una de las mentes más imaginativas y brillantes que ha dado el mundo de la música y de la poesía, porque de ésto último tiene a raudales la obra de este señor.

The Freewheelin’ Bob Dylan – Bob Dylan – (1963)

Cuando uno se sienta a escuchar este album por primera vez, debería ponerse en situación. Para hacerlo correctamente, olvidémonos de todo lo que sabemos del artista que viene en la portada. Sus 40 años de trayectoria, su inconmensurable fama, todo.

En 1963, un joven de Minnesota había llegado a Nueva York poco tiempo atrás y estaba levantando las alfombras del ambiente musical de la ciudad, en Greenwich Village, donde entró como uno más por la puerta de muchos clubs, y donde se erigió como el portavoz de toda esa generación culturalmente implicada y descontenta.

Algún avispado ejecutivo ya le había echado un ojo a este energético músico de agresivas maneras en la guitarra y voz diferente, y así de hecho Columbia Records (todo un buque insignia de la época) le dió la oportunidad de tener su propio album en 1962, pero fue éste un trabajo hecho bastante a prisas, con tan solo un par de composiciones del propio Dylan (que hasta entonces se dedicaba a versionar canciones populares de la epoca) y que no merece la misma atención que su sucesor, ésta sí, la primera gan obra de Bob Dylan.

Solo conociendo y teniendo en cuenta este trasfondo, se aprecia la verdadera esencia y grandeza de esta obra. Un joven de apenas 21 años reflexiona sobre el mundo, las relaciones sociales y temas tan trascendentes como la guerra o el amor. Y además lo hace como nadie más pudo hacerlo en su época, y con un mensaje que parecía cantado por los hombres y mujeres que durante 30 o 40 años habían recorrido América haciendo de la música tradicional un género de tanto calado.

Musicalmente el disco es ‘folk’ en estado puro. El mismo que conquistaría Newport en años venideros (antes de desconquistarlo, pero ya llegaremos a eso). Dylan, guitarra acústica en mano y armónica «en boca», propone un sonido embriagador y envolvente, propio de un profeta que llega a la ciudad resguasdada contando las nuevas del frente al populacho, y es esto mismo, lo que le da una posición elevada y sorprendente respecto al oyente.

Toda esta palabrería absurda cobra sentido cuando la tecla de encendido deja paso a «Blowin’ in the Wind», un inicio perfecto para crear la atmósfera necesaria para el conjunto del disco. Es una de las piezas más reconocidas en la trayectoria del autor, no sorprenderá a nadie pero tiene la misma fuerza que el primer día.

«Girl from the north country» es un lamento arrebatador sobre un amor lejano, que logra transmitir la pesadumbre y la nostalgia de la persona que recuerda dicha historia, que hace nuestra, y que queda envuelta de nuevo en ese halo magistral, gracias a unos versos cuidados y un arreglo de guitarra que funciona a la perfección.

El profeta ha llegado a la ciudad, ha hecho una pequeña parada en su cabaña para dejar sus trastos y fantasmas del frente, y ahora se dispone a contar al pueblo «su» verdad. En «Masters of War» maldice y retrata a aquellos que en los años 60 llevaban los conflictos bélicos a primera página. Ésta línea es seguida también por otro clásico que incluye el album: «A Hard rain’s a-gonna fall». Sin duda ya convertido en un himno, que el tiempo se ha empeñado en no malgastar, que sigue vigente hoy en día y que trae un mensaje pesimista propio de los tiempos que se vivían y se siguen viviendo. Canciones como ésta consagraron a Dylan como un cantante «protesta» y como un escritor privilegiado. Lo primero ha costado mucho de borrar como etiqueta, y lo segundo se ha ido perdiendo con el tiempo, como la esperanza de ese padre que advierte de la lluvia a su hijo.

«Down the highway» y «Bob Dylan’s Blues» nos traen sonidos clásicos y letras recurrentes de la música que Dylan escuchaba y amaba por aquel entonces. Almas que vagan por caminos largos, con cargas pesadas a la espalda y siempre con una historia que contar.

Con «Don’t think twice, it’s all right» nos encontramos ante probablemente la mayor joya del album. Este tipo de canciones, catapultaron al joven bardo a un estrellato sin pasar por estadios intermedios. Demasiado talento para estar escondido en algún club de la costa este. Imprescindible.

Ahora que todos conocemos al chico de 1963, dejémosle que juguetee un poco más con nosotros y nos cuente más historias, desde las odas a la juventud y la nostalgia como «Bob Dylan’s Dream», las canciones reivindicativas como «Oxford Town», el más puro surrealismo que haría grande a Dylan plasmado en «Talking World War III Blues» o «I Shall be free», o la vena romántica que aflora en «Corrina, Corrina» o «Honey, just allow me one more chance».

Se cierra así pues la primer gran obra, de tantas, del hijo pródigo de Duluth, Minnesota, que lo situó en el mapa del folk y la música tradicional de una forma totalmente diáfana. Como un joven de 21 años pudo deleitarnos con tamañas reflexiones, pensamientos, letras, sonidos o incluso imágenes a través de su música, sigue siendo hoy en día objeto de muchas más palabras de las que he vomitado aquí arriba.